“Cuando muera, puedo imaginar las amables palabras de aquellos que me odian. Algunas estaciones de radio reproducirán mis canciones de forma gratuita, los colegas dirán que se me extrañará en el mundo de la música, quién sabe, tal vez incluso le den mi nombre a un callejón sin salida (...) Ningún político se atreverá a asistir a mi velorio, ya que nunca he subido al podio de ninguno de ellos y me levantaría del ataúd para abuchearlos”, escribió Rita Lee sobre lo que sucedería a su muerte.
La cantante, compositora y “reina del rock” del Brasil falleció en la noche del lunes a los 75 años y, tal como predijo, el pesar invadió el corazón de “mis fans, esos sinceros, (que) recogerán las portadas de mis discos y corearán ‘Ovelha Negra’”, al que se pueden agregar “Lança perfume”, “Agora só falta você”, “Baila comigo” y “Mania de você”, entre muchas más. La tristeza (esa que no tiene fin) se expresa en los tres días oficiales de luto que dispuso el presidente Lula da Silva, quien la calificó como uno de los nombres más grandes y brillantes de la música brasileña, una artista adelantada a su tiempo”.
Multiinstrumentista, cantante, actriz y compositora, sus recitales eran performances feministas antes de que tuviesen ese nombre, atravesados por la búsqueda y el humor irreverente. La psicodelia de los 60 y su defensa de los derechos humanos marcó su arte, que desafío límites y reglas y le valió numerosos premios, como dos Grammy Latino, pero sobre todo el reconocimiento de sus pares, como Fito Paez: “¡Rita, mi amor! Tu sonrisa y tu música trajeron alegría y libertad a este mundo. Todos los que te amamos perdimos una artista y una persona invaluable”.
“Epitafio: Nunca fue un buen ejemplo, pero era buena gente”, termina la carta de Lee para sus deudos. Una indiscutible síntesis de su intensa vida.